Unos juegos un poco tristes

Se acabó, otra vez más. Esta vez ha sido tras cinco años en vez de los habituales cuatro. La culpa de esto ya la sabemos todos, el dichoso Covid 19. Pero, ¿era necesario celebrar estos juegos? ¿No se podían haber cancelado? Pues sí y no. Si le preguntas a los japoneses la mayoría te dirán que al infierno con ellos, y con toda la razón del mundo. Organizar unos juegos cuesta una cantidad de dinero elevadísima, que se retrasen un año cuesta otro riñon más y que además no venga público es una autentica ruina. Parece imposible cancelar unos juegos, pero hace dos años parecían imposible tantas cosas que finalmente hemos aceptado como normales… Vamos, que si se hubieran cancelado no nos hubiera extrañado demasiado. Hubiera sido una putada enorme para los atletas que llevan años preparándose, por supuesto, pero para el resto de nosotros… no sé. A mi me hubiera dado mucha pena pero me hubiera parecido completamente inevitable. Nos han cancelado tantas cosas que una más…

Pero se han celebrado y aunque los deportistas nos han vuelto a demostrar una vez más toda su grandeza, el aspecto de los pabellones, de los estadios, de las canchas, era realmente deprimente con sus gradas completamente vacías. Si no las hubieran construido es posible que no nos hubieramos dado ni cuenta, pero ahí estaban, en cada plano de cámara, recordándonos una y otra vez el horror al que nos enfrentamos cada día.

Si nos olvidamos del Covid los juegos han sido… pues regulares, sobre todo viendolos desde España. El horario para seguirlos era infernal y la cobertura que ha hecho televisión española espantosa. Así que solo queda fijarse en…

El papel de nuestros deportistas

Para mi simplemente sobresaliente. Mirando a los números quizá parezca que no va más alla de un aprobado o un notable bajo: 17 medallas, 3 oros, 8 platas y 6 bronces. Mismo número que en Rio pero con una diferencia muy considerable en el número de oros, de 7 a 3. Encima esos 3 oros en modalidades que no existían en los anteriores juegos lo que da un poco a entender que son un poco como caídos del cielo, ya que aunque son totalmente merecidos, si no se hubieran hechos cambios en el programa olímpico ni los catábamos.

El número de diplomas olimpicos ha sido curiosamente el mismo, 38, así que estamos más o menos empatados, es decir, ni vamos para arriba pero tampoco muy para abajo. Sin embargo un vistazo al dinero invertido en nuestros deportistas dice algo muy diferente:

La inversión en cada ciclo olímpico va a peor y eso que comprende 5 años, uno más. Es por ello que tiene un mérito extraordinario que con el poco dinero que se mete en el deporte, nuestros atletas hayan conseguido al menos mantener el nivel. Por eso para mi nuestra actuación ha sido sobresaliente, porque con menos medios que nunca seguimos luchando por mantener el nivel.

Otro aspecto que me hace calificar esta actuación de sobresaliente es que hemos visto a todos nuestros seleccionados con un actitud espectacular. Creo que la gran mayoría han dado el máximo de si mismos y se ha esforzado todo lo que han podido. Es posible que en la cabeza todos tengamos alguno ejemplo suelto que nos haya decepcionado, pero en general nuestra delegación se ha portado de diez. En los deportes de equipo, donde en alguno de ellos nos hemos quedado un poco cortos, es que de verdad no había más. Hemos mandado todo lo mejor que teníamos ahora, que no es lo mejor de toda nuestra historia y han hecho lo que han podido. Simplemente es que no hay más.

Bueno, pues poco más, este año ha sido un poco triste para el que escribe esto y aunque he gozado y disfrutado con los juegos no he tenido las fuerzas para escribir por aquí en cada jornada. Esperemos que para los siguientes juegos, que son más cerquita y que podremos seguir más cómodamente la cosa cambie. Y sobre todo que hayamos superado esta asquerosa pandemia que ha puesto en pausa nuestras vidas.

Unos juegos en diferido

¿Trasnochar o madrugar? Esa es la cuestión. La diferencia horaria entre Japón y España es de 7 horas, la peor posible para seguir unos juegos. La jornada suele empezar entre nuestras 2 y 3 de la mañana, aunque no siempre ya que como sucedió con el triatlon, ese día empezó a nuestras 12 de la noche.

No me gustar dormir con la televisión puesta ya que soy más de radio. Así que imaginad lo que es intentar conciliar el sueño mientras te gritan al oido que se han lanzando los triatletas al agua. Es imposible. Así que no te duermes, sigues la prueba, cierras los ojos pero no hay manera. Y entre unas tonterias y otra se te hacen las 3 de la mañana mientras escuchas que están a punto de empezar más pruebas. Pues ni duermes ni al día siguiente eres persona. Es espantoso. Decidas lo que decidas estas perdido porque al día siguiente resulta que te has perdido la mitad de las pruebas. Te levantas, un vistazo a internet y resultados, resultados y más resultados. Iba a decir medallas, pero como están cayendo a cuentagotas tampoco hay que ser tan atrevido.

Pero lo peor es que RTVE no esta ayudando nada con esto. Las retransmisiones en Río ya tuvieron bastante deficiencias, pero ahora es mucho peor ya que están eliminado al espectador de la ecuación. Directamente piensan que el televidente directamente empieza a ver la tele a las 12 de la mañana y se entregan a una fiesta del diferido descomunal. Repeticiones de repeticiones constantemente. Que uno de los nuestros ha ganado una medalla, pues vamos a ver su prueba, y ahora otra vez y adivine que toca ahora… ¡lo mismo! Por no hablar de los momentos de: vamos a ver la última media hora de un partido de tenis que ganó nuestra representante. Es como si tuvieran alergia al directo. Incluso he llegado a ver algún partido de balonmano con la mosca de de “Directo” mientras me llegaba la notificación por el móvil del resultado final. ¿La razón de todo esto? LOS DINEROS.

En estos juegos RTVE solo puede emitir 400 horas de contenido. ¿Eso es mucho? ¿Es poco? Pues en Río emitieron 5.000 horas. Así que con esa reducción de horas nuestra cadena pública ha elegido emitir las pruebas de los españoles, atletismo, gimnasia, natación y ya. De ahí tanta repetición hasta la nausea. El resultado es que estamos viendo unos juegos de hace 20 años, donde todos esos deportes nuevos de los que nos han hablado ni existen. Echar un vistazo a Eurosport da vertigo, de repente hay voleibol, BMX, esgrima y muchos más deportes raros de esos. Pero claro, los dineros. Según el artículo del País que he enlazado emitir los juegos en su totalidad costaría 100 millones más gastos. El paquete que ha elegido el ente público va a rondar finalmente 55 con los gastos incluidos. Mucha pasta se mire por donde se mire. Es nuestro dinero… ¿pero en qué te lo gastarías tú? Yo no lo sé, así que hago lo único que puedo hacer, es decir, quejarme. Y es que no hay que olvidar que los juegos son ante todo un gran negocio.

Una verdadera heroína: Simon Biles

Comenzar a leer la página de wikipedia de esta gimnasta norteamericana es una tarea simplemente abrumadora. Medallas olímpicas, campeonatos mundiales y todo tipo de números estratosféricos que la convierten en una de las gimnastas más importante y con más éxitos de toda la historia. Es por eso que en unos juegos olímpicos falto de estrellas, ella era la que sin duda iba a acaparar todos los focos de la competición. Había ganado 5 medallas en Río, 4 de ellas de oro y todo hacía presagiar que podía conseguir los mismos o más metales en esta edición. Era la favorita no solo para ganarlo todo, sino para convertirse en la reina absoluta de estos juegos. Pero a la hora de la verdad algo falló en su cabeza y Biles decidió abandonar la competición. En ese momento fue la persona más valiente que había en aquel pabellón, en aquel momento fue la persona más valiente de todo el planeta.

A nivel competitivo sus números son incontestables: 30 medallas entre juegos olímpicos y mundiales, los números de la gimnasta más exitosa de la historia. Pero a pesar de que son impresionantes, más impresionante es la lista de habilidades que ha realizado a lo largo de su carrera, incluyendo el salto más difícil existente en suelo y que a día de hoy nadie más ha sido capaz de realizar. No solo es que haya ganado más que nadie, es que lo ha ganado de la manera más difícil posible. Esta a la altura de deportistas míticos como Michael Jordan, Usain Bolt, Michael Phelps, etc, etc. No necesita hacer nada más en su vida para demostrar absolutamente nada. Ganar más o menos medallas en Tokio solo iba a aumentar un número ya de por si mítico. A estas alturas Simone ha demostrado de sobra que forma parte del olímpo del deporte y que va a estar ahí para toda la historia.

En estos juegos simplemente había que descubrir el numero total de medallas que se iba a colgar al cuello. La ronda clasificatoria, esa que determina que equipos pasan a la final y que gimnastas van a competir individualmente por medalla no pudo ir mejor para Biles: primera posición de todas las participantes y clasificada para la final de los cuatro aparatos. Sin embargo, un vistazo a su concurso dejaba algunas dudas. Pequeños fallos, saltos con bastantes dudas, alguna que otra falta de concentración. Biles había hecho un concurso excelente pero no sobresaliente del todo. Era como si le faltara algo, como si le faltara ese puntito extra que tienen los ganadores.

Y llegó la final por equipos. Estados Unidos empezaba la rotación en salto. El turno de Biles llegó y tras una veloz carrera hizo un salto rarísimo, como si se hubiera quedado a la mitad de terminarlo. Fue corriendo a hablar con sus entrenadores y más tarde abandono el pabellón para acudir a los vestuarios. Nadie sabia que pasaba. Pasados unos minutos salió con un vendaje en el pie y la noticia de su retirada. Se hablaba de una posible lesión, de que algo había pasado en ese salto que pudiera haber lastimado su pie. Pero nada de eso, se retiraba por una lesión, pero no de tipo físico, sino de tipo mental. El cerebro de Biles había dicho basta, no podía más. Hacía solo dos días que había puesto en su cuenta de instagram

A veces realmente siento como si tuviera el peso del mundo sobre mis hombros. Parece que me lo puedo quitar de encima y que la presión no me afecta, pero a veces es difícil hahaha!”.

En ese momento decidió hacer lo mejor para ella y para su equipo, abandonar la competición. No estaba para competir. Podía haber seguido haciéndolo, podía haberse obligado a subirse a cada aparato y forzar a su cuerpo a hacer lo que su cabeza no quería. Hubiera sido un desastre. Podía haber ido desde una catarata de fallos desastrosas a una posible lesión que la hubiera apartado del deporte de por vida. Seguramente habría sido algo terrible ya que para competir en este tipo de eventos uno necesita estar tanto física como mentalmente al 100%. Puede parecer que dejó a su equipo en la estacada, pero todo lo contrario, viendo que ella no era capaz de competir dejó paso a una de sus compañeras que en las actuales circunstancias lo haría mucho mejor. Hizo lo correcto para todos, pero sobre todo hizo lo correcto para ella misma.

Como no podía ser de otra manera, las redes han echado fuego con este tema. Millones de mensaje de apoyo, como no podía ser de otra manera. Pero siempre hay unos cuantos imbéciles que no se han movido del sofa en su vida y que hablan de que si un deportista de verdad haría esto o lo otro, o de que si los atletas de ahora se están volviendo demasiado blandos. Pues todo lo contrario, los deportistas de ahora se están haciendo más fuertes que nunca. Tener el valor de abandonar una competición de esta manera por un problema de salud mental es uno de los actos más valientes que he visto en mi vida. La mayoría de todos nosotros, el que esto suscribe incluido, habría agachado la cabeza, seguido en competición y seguramente fingido una lesión a la menor oportunidad. Hubiéramos optado por la solución más cobarde. Simone decidió ser fuerte y plantarse, demostrando al mundo que incluso los más grandes, los más capaces, los números uno, tienen sus momentos de flaqueza. Fue el acto más valiente de toda su carrera deportiva y el más arriesgado de toda su carrera. Simone Biles no es solo una de las gimnastas más extraordinarias de toda la historia, es una de las personas más valientes de toda la humanidad.

La insoportable levedad de los JJOO de Tokio

“¿ Por qué pone Tokio 2020 cuándo estamos en 2021?” Esta pregunta tiene una respuesta larga y elaborada que habla sobre merchadisings, logotipos y todo tipo de derechos de imagen. La respuesta corta es “por la pasta”. El COI lo ha disfrazado de espíritu olímpico, de lo bueno que es mantener las tradiciones y que en definitiva, que como es la primera vez que se retrasan unos juegos cualquier cosa que hagan esta bien hecha. Ellos jamás hablan del dinero, aunque todo el sentido de que se estén celebrando estos juegos tiene única y exclusivamente razón desde el punto de vista monetario.

Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 no se celebraron cuando tocaba, es decir, a finales de julio de 2020 debido a una de las peores pandemias de toda nuestra historia, la provocada por el COVID 19. Era impensable celebrar unos juegos en esas condiciones a pesar de que el COI intentó hasta el último momento evitar su cancelación, mirando todo el rato hacía otro lado como si no pasara nada. Pero la pesadilla en la que se convirtió nuestras vidas hizo imposible negar la mayor, que ni los juegos ni una gran cantidad de eventos se podrían celebrar en esas condiciones. En algunas competiciones, como la Champions League o la NBA se buscaron soluciones de emergencia que consistían en crear burbujas alrededor de los deportistas y olvidarse de la existencia de público a los eventos. Pero esto en unos juegos en algo sumamente complicado de hacer porque el número de atletas implicado es altísimo (más de 11.000) y los eventos no se concentran en una única sede, ya que suelen estar dispersos por todo el país organizador.

Los juegos fueron cancelados y se decidió que se celebrarían al año siguiente, porque seguramente la situación a nivel sanitario habría mejorado y se podría meter público y todo sería como antes. Y sí, la situación es mucho mejor que hace un año porque ahora tenemos las vacunas, algo de que lo entonces no teníamos ni idea de cuando iba a llegar. Pero el virus sigue libre y rampante por todo el mundo y los contagios siguen sucediéndose día tras día. Estamos algo mejor, sin duda, pero todavía queda un largo camino que recorrer, un camino enorme. Así que lo del público sigue siendo algo imposible en un evento de estas magnitudes. Traer a tu país cientos de miles de personas venidas de todos los lugares del mundo no parece la mejor idea del mundo. Y no se ha hecho. Pero sin toda esta gente, ¿los juegos tienes sentido? Pues sí y no. Pero mayormente no.

En Japón la mayoría de la población no quería que se celebrarán estos juegos (en torno al 82% según algunas encuestas). Es fácil comprender la razón, en medio de la situación que estamos no es el momento idóneo para celebrar unos juegos. Lo mejor hubiera sido dejarlo pasar hasta el siguiente turno en 2024, donde seguramente ya estaremos en otro contexto mundial muy diferente. Pero claro, entre que a París no se los puedes quitar porque ya han metido muchas pasta y que en Tokio también llevan gastado lo suyo… ¿cómo los vas a cancelar? Porque esta el tema de los contratos televisivo, donde da igual si hay publico o no en el estadio. Y ese dinero es sagrado y es el que manda. Así que gracias a la sacro santa televisión los juegos se han celebrado sí o sí. Por el espíritu olímpico, claro.

Esto nos ha llevado a una de las ceremonias de inauguración más triste de toda la historia. Triste tanto por su contenido, como por su continente. En la ceremonia de clausura de Rio 2016 todos nos creamos nuestras propias expectativas al ver a Mario Bros formar parte de lo que estaba por venir. Era fácil imaginarse unos juegos marcados por los videojuegos, el anime o los mecha gigantes. Cada uno se creó su propia fantasía con la esperanza de que los japoneses fueran capaces de incluso ir más allá de nuestros sueños más locos. Las expectativas no es que fueran altas, es que eran estratosféricas. Y en Tokio han ido justo en la dirección contraria. Una ceremonia sencilla, sobria, llena de mucho sentimiento y con un discreto despliegue tecnológico. Ha sido algo muy lejos de lo que cualquiera podía esperar y es que da la impresión que los japoneses han hecho todo esto por compromiso y con muy pocas ganas. Tienen un contrato con el COI y lo van a cumplir, pero más que por obligación que otra cosa, porque por ellos, lo hubieran cancelado todo hace mucho tiempo.

Yo este año estoy un poco como los japoneses. Mi excitación por los juegos se diluye cada vez que veo esas gradas completamente vacías. Y que no estamos en 2020, que es cuando tocaba. Parece una tonteria, pero celebrar una competición cuando no toca es antinatural y lo desvirtua todo. No había otra, así es la vida, pero esta todo como fuera de sitio y cuesta afrontar los juegos con la misma ilusión que otros años. En esta ocasión no habrá textos diarios siguiendo los juegos pero si alguno suelto comentado alguno de los aspectos más llamativos Son unos juegos tristes para todo y cuesta bastante verles el lado bueno.